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miércoles, 8 de septiembre de 2010

LA PSICOLOGÍA COMO DISCIPLINA

LA PSICOLOGÍA COMO DISCIPLINA

Jairo Báez
Psicólogo
Especialista en Instituciones Jurídico Familiares


Colombia empieza el siglo con mucho sabio y poco saber.

Si hemos de hablar de la psicología como disciplina debemos primero saber de qué disciplina se trata y, especialmente, si estamos haciendo referencia al conjunto y observancia de las leyes y reglamentos que deben regir a la psicología. Fundamental, para hablar de la psicología como disciplina, saber bajo que marco epistemológico se acoge. Sin tomarlo desde un punto de vista peyorativo, en cambio sí, tomando posición mediante un juicio de valor, que ha de ser respetado en toda su dimensión, se debe precisar si la psicología es mito, es religión, es filosofía o es ciencia. O también, por qué no, si es todo eso, cómo convergen y cómo cohesionan, sin entrar en la psicosis o el eclecticismo. Recordemos que antes, a la imposibilidad de estructurar un delirio se le llamaba, desde la filosofía, eclecticismo; ahora ya la psicología y la psiquiatría la llaman escisión esquizofrénica, o muy psicoanalíticamente, relación parcial con el objeto.

Ha sido pretensión de los psicólogos asumirse como científicos; desprenderse de los filósofos y desdeñar el calificativo de literatos. No obstante, es su gran lucha, pendular entre la ciencia y la filosofía. Me refiero a la filosofía, cuando se habla en tesis que proponen un saber y una práctica inherente a él (Althusser, 1985); me refiero a ciencia cuando se prueba un saber y se utiliza ese saber probado. El psicólogo como filósofo puede proponer el cambio social, como científico debe probar que se puede lograr el cambio social. El psicólogo, como muchos otros trabajadores sociales y humanos, ha insistido en el fetichismo de la ciencia y muestra el miedo que lo acompaña, como ser cognoscente, de no ser catalogado como científico. ¿Qué malo hay en ser filósofo, en ser literato, en ser místico? Son formas de saber, ya lo hemos visto, son disciplinas cognoscitivas; por qué no asumirlas, con la misma dignidad con la que el científico asume la suya. El problema está en hacer de la ciencia un fetiche y asumir que el saber científico es la única forma de saber respetable; y por tanto, decir que todo es ciencia. Mostrando, nada más, que tal como el fetichista hace uso del zapato, para lograr su satisfacción sexual, algunos hacen uso de la ciencia, así, sin mostrar realmente su proceder científico.

En el momento es normal, ver cómo el saber se asume sin analizar su origen, así es posible que exista un psicólogo que dice ser ferviente admirador del método científico pero que guarda fielmente las fiestas religiosas; o el que dice asumir la teoría piagetiana pero en sus acciones refleja el más estricto cumplimiento a la ortodoxa conductual. Y algo más conmovedor, el psicólogo que quiere hacer del ritual del yagé una psicoterapia moderna, asumiéndose como chamán. La caricatura de nuestra gran ciencia se plasma en la persona que se acerca al cajero automático con su tarjeta electromagnética, y se persigna en encomienda al creador para que ojalá le hayan consignado su salario. El problema no está en el querer ser chamán, religioso, o conductista. El problema lo percibo, en el asumir, el esconder un discurso en otro, en no entender que se están manejando marcos epistemológicos distintos en un mismo momento, que necesariamente son disímiles y contradictorios.

Conocimientos hay bastantes, libros hay muchos, autores a montón, incluso hay conocimientos que no están escritos y autores no publicados. Así en el largo camino epistemológico, y en su consecuencia disciplinaria, tal vez el mayor obstáculo, en la actualidad, sea esa contaminación; el exceso de información, al que está sometido el ser cognoscente. Así hemos de señalar cómo hoy se habla de contaminación visual siendo los avisos publicitarios el ojo del huracán, y en la contaminación epistemológica los libros y los autores pasan a ser el centro del asunto.

Sí se opta por la psicología como disciplina científica se debe sopesar que se está asumiendo una posición epistemológica, con implicaciones de prueba y no de rectitud, de explicación y no de verdad, de dinámica y no de estabilidad, de cambio y no de perennidad, de lógica y no de autoridad, de evidencia y no de imposición. Como sugiere Piaget (1973), la psicología científica comienza en el momento que se piden pruebas, experiencias controlables por todos o, en complemento, cálculos y deducciones lógicas (p. 16). Pero expliquemos, las pruebas científicas van referidas a la efectividad del conocimiento en su dimensión tecnológica, práctica y emancipadora, (todas juntas a pesar de la división propia del postulado de Habermas (1973-1975) en torno al saber, mas no a la ciencia), no a las pruebas que certifican la verdad en la relación causa efecto de un hecho perceptible; los hechos no se repiten en la ciencia, los hechos se homologan para poder aprehender, organizar, explicar, comprender, manejar y conjeturar la realidad. Es un trato, -y no una verdad-, para agilizar y simplificar la relación del ser cognoscente con el caos perceptible, llámese realidad social, física, psicológica, natural, etc. La prueba científica no pretende mostrar que su conocimiento es verdadero, sino que su poder heurístico, hermenéutico e instrumental es potencialmente cada vez más alto. De hecho, si el conocimiento científico se interesa por el poder heurístico y hermenéutico, es en tanto favorecen el poder instrumental. El conocimiento científico no tiene pretensión de imponer verdades desde el juicio de valor; en cambio sí explicar el devenir de los acontecimientos y antecederse a futuros acontecimientos con alguna seguridad de comprensión y manejo. El camino menos indicado es ir a la psicología científica a encontrar verdades irrefutables o enrostrarle la ausencia de la verdad en sus postulados, pues ese es fundamentalmente su motor, la búsqueda de la verdad a partir de un método específico.

El conocimiento psicológico desde la disciplina científica pretende su universalidad; no obstante, sumido en sus pruebas sabe que aún no lo es, por tanto su conocimiento se renueva con otro cada vez más potencializado, en los términos antes señalados. Como toda disciplina científica, la psicología como ciencia no acepta dogmas ni autoridades; si se cita un autor, como argumento, no es a la persona sino al conocimiento otorgado por esa persona, el cual, se supone fue adquirido en las condiciones previamente establecidas o lógicamente mejoradas. Al contrario de otros marcos cognoscitivos, como la religión y la filosofía, la ciencia no tiene doctores, seres que lo saben todo, hombres omniscientes; la ciencia asume que el conocimiento se adquiere progresivamente y que ningún hombre lo sabe todo. Recordemos a Hegel en su introducción general a la filosofía de la historia universal, cuando nos señala que la ciencia es de los hombres y no del hombre, la ciencia de por sí es colectiva. La psicología como ciencia, solamente escapa al antropomorfismo mediante la posibilidad de descentración, ese proceso por el cual el sujeto sale de su subjetivismo o de su idealismo (Piaget, 1973, p. 60). La ciencia es noble, al asumir que el conocimiento absoluto no se ha logrado aún -pero será siempre su búsqueda.

La psicología como ciencia no es una imposición, ni una alternativa, ni una disyuntiva entre varias formas de saber, sencillamente porque ciencia sólo es una; la psicología como ciencia es evidente y lógica, es efectiva y contundente, es coherente y progresiva. Error que puede asumir el psicólogo es seguir creyendo que existen varias ciencias: Por ejemplo, ciencias físicas y ciencias sociales, ciencias puras y ciencias aplicadas; y lo más perjudicial para sí mismo, dividir la ciencia psicológica en ciencia cuantitativa y ciencia cualitativa. Designar parte del método científico, etapas del método, o modalidades en el método, como ciencias particulares y holísticas, es desconocer el fundamento científico. La cosmovisión científica no se reduce a contar, tampoco a almacenar o repetir experiencias; la cosmovisión científica está al tanto de universalizar, y para ello no desconoce la particularidad; son precisamente esas particularidades las que hacen cuestionar la universalidad reinante. En otros términos, si no se contrastaran, comprendieran e interpretaran los datos cuantificados, la ciencia no avanzaría y su pretensión universal no sería su norte.

Asumiendo la psicología como ciencia, el llamado a la autoridad filosófica empieza a sobrar, es otro método, es otra posición; lo mismo sucede con el llamado a otras formas de saber. Por ejemplo, por siglos se viene trabajando una explicación del sujeto cognoscente, o teorías epistemológicas, desde el método filosófico; aún hoy es normal llamar a la autoridad de Platón, Aristóteles, Kant, Hegel, Dilthey, Popper, Habermas, etc., para explicar el ser cognoscente desde la psicología, cuando desde la ciencia se tendrían elementos para explicar el ser epistémico. Se ha avanzado bastante en neuroanatomía, neurofisiología, cognición, procesamiento de la información etc.; por qué entonces no recurrir a Pavlov, a Freud, a Lacan, a Lorenz, a Rogers, a Piaget, a Bruner o a Vigotski, entre otras propuestas de la ciencia psicológica. ¿Será acaso esto síntoma de la bascularidad del psicólogo entre la ciencia y la filosofía?

La psicología como disciplina científica, no puede desconocer su historia y, en ella, sus ancestros; pero conocer la historia no conlleva el seguir atado a la tradición y el atavismo. Si conocer la historia de la psicología y el método científico es válido, se justifica en la medida que nos permite proyectar el futuro; siendo así, la historia que la psicología científica debe asumir no es aquella digna de mostrar, o a lo sumo, aquella que justificaría nuestro presente; tal como lo asume el psicoanálisis, la verdadera historia es aquella, donde fuera de esa que mostramos manipulada, y orgullosamente, se intenta rescatar la parte obscura, la temida, la no dicha, pero en últimas, aquella que marca, que influye, que determina. Hay partes de la historia de la psicología y de la ciencia, como en cualquier historia, que sería mejor no mencionar; pero son precisamente esas partes las que permiten la independencia del desacierto o, al menos, la posibilidad de no repetir lo que no se quiere.

Siguiendo con el llamado al orden del psicoanálisis, el problema con la historia no son los hechos, el problema es el historiador que los parcializa. De ahí que se necesite del otro como garante de la verdad; la cual, no será más que la verdad del historiador. Es por eso que, enseñar la historia de la ciencia y el método científico, partir de un solo libro podría ser peligroso, cuando se quiere que la psicología sea una disciplina no dogmática. En cuanto mayor visión del objeto, mayor precisión del mismo; en cuantos más ángulos se cubran, menor la posibilidad de distorsión. La psicología con pretensión científica debe tener claro que el saber está en los libros y no en el libro. Y más allá, que está en todos y cada uno de los que escriben los libros. Qué buen aporte nos hace Foucault (2001), y que la psicología debería ponderar al revisar su historia, cuando señala que más allá del sujeto que habla, y del lugar desde donde se habla, se debería tener presente las reglas que permiten encontrar el discurso, de todo aquello que se habla.

En la práctica de la psicología, como psicólogos afianzados en la ciencia como disciplina, debemos obviar al máximo la posibilidad de ser tachados por la historia como los nuevos fariseos; aquellos que pregonan una cosa y asumen en su proceder otra. Para el psicólogo es necesario y fundamental relacionarse con todos los saberes existentes, no obstante es esencial que tome una posición coherente en torno a un marco cognoscitivo preciso. No se está planteando que la psicología deba desconocer, el mito, la religión, el arte o la filosofía, pero sí que sea consecuente, organizada, consciente y específica cuando de intervenir se trata.

El método científico en la psicología

A simple vista, un psicólogo es cualquier persona; de hecho, quién no ha tenido la pretensión de ser psicólogo por naturaleza. Si así fuera, si ser psicólogo es una cuestión de innatismo, qué sentido tiene el formar psicólogos en la universidad.

La única razón de formar psicólogos en la universidad se justifica en la medida del respeto a la palabra institucional: El psicólogo universitario debe tener pretensión de universalidad, de asumir que su conocimiento es tan válido aquí, -país tercermundista-, como allá, cualquier punto donde se encuentre al hombre. El conocimiento universal es, en últimas, el que marca la diferencia entre el psicólogo innato, a secas, y el psicólogo universitario.

Y cómo pretender ese saber universal para el psicólogo, si no es a partir del método científico. Ya el mito tuvo su momento, (todo mito es un mandato psicológico); lo mismo la religión, (v. g., proverbios); y por supuesto la filosofía, (recordemos la ontología). Es cuestión de método, y es el método el que ha marcado la diferencia en las ramas de la ciencia física y biológica; por tanto, porqué no asumir que el método es lo que marcará la diferencia entre el psicólogo innato y el psicólogo universitario.

Pero rescatemos el método, pensemos en el método y en la forma como se ha asumido el método en la psicología. El método científico ha evolucionado en sí mismo; en nuestro días, ya no es el mal interpretado postulado positivista, de que todo es un hecho observable, repetible y contrastable; postulado que, con toda su mala interpretación, fue asumido por algunas escuelas psicológicas, (Watson y Skinner). A este momento del método se le debe anexar el postulado lógico-matemático, que va a complementar el primero. Hecho que, así mismo, acogen otros, para dar lugar a nuevas escuelas en la psicología (Hull, Tolman, Freud). Otro avance del método es la acogida de la dialéctica, en donde ya no se espera que los hechos den el fundamento para las construcciones teóricas, sino que se asume que existe una interacción entre sujeto y objeto, que modifica, complementa y profundiza en el quehacer epistemológico. Hecho que tampoco ha sido ajeno a la psicología, (Piaget, Brunner, Vigotski).

Siendo de esa manera, es el método, una forma de acceder al conocimiento ordenadamente y con supuestos fácilmente identificables, discutibles aún y cuando así se haga necesario, el marco de referencia para hacer un psicólogo universitario.

El psicólogo, que se precie de serlo, a partir de una institución universitaria, debe ser capaz de dar repuesta a su ejercicio profesional con mentalidad científica y dentro de su método. Esto implica, que no se anquilosa en dogmas y que está dispuesto a mejorar el estado actual de la psicología. Si el psicólogo universitario asume que el saber está en la institución, en un enfoque o en un libro, y que allí debe acudir para que se lo den, para luego empezar aplicarlo en su vida profesional, tal vez no se le ha transmitido el postulado básico universitario del saber, no ha comprendido lo que es la ciencia y por supuesto, no dejará de ser más que un psicólogo a secas.

Por tanto, el psicólogo que no comprende la importancia del avance científico y de la comunicación entre profesionales, no podrá entender por qué se hace una revisión bibliográfica (apropiación del estado del arte) y por qué es tan importante escribir (investigar y comunicar); psicólogo que no comprende la importancia de la validez de su conocimiento no buscará la forma de confrontarlo y depurarlo (experimentar y comprobar); psicólogo que no se percata de la ausencia de conocimiento difícilmente se pondrá metas epistemológicas, y psicólogo que no le da valor instrumental (tecnológico) a su conocimiento, no notará sus falencias ni se preocupará por mejorarlo.

El objeto psicológico


Hoy, el acercamiento entre disciplinas ha propiciado en la psicología la pérdida de su objeto. La especificidad de la psicología, en su deseo de ampliar su marco de acción y comprensión, tiende a confundirse con el mimetismo en otros discursos, llámense sociológicos, antropológicos o filosóficos. Se han abandonado terrenos que, en su largo recorrido, la disciplina psicológica había ganado. Sin un mayor análisis y valoración objetiva de los embates que se le hacen a su proceder, son abandonadas teorías y praxis optando el camino fácil de asumir posturas de otras ramas de la ciencia, como si esta fuera la solución ante la supuesta falta de credibilidad y resultados. Es sintomático, ver como algunos profesionales en psicología pregonan que ante la práctica, las profesiones se confunden; si así fuera deberíamos pensar en la factibilidad de revivir la vieja licenciatura en humanidades, siendo de esta manera más rentable para todos y menos engañoso para el estudiante que realmente cree que cada profesión tiene su propio objeto de estudio e intervención. ¿De qué sirve inscribirse a un centro universitario para estudiar psicología si, al salir, en su rol profesional va hacer lo mismo que un trabajador social, un sociólogo, un antropólogo o filósofo?

El objeto de la psicología no niega la relación que pueda tener con otras ramas de la ciencia; no obstante, encontrar puntos de relación no es lo mismo que asumir el discurso del otro. La especificidad de las ramas de la ciencia se justifica en el énfasis que se le da desde su campo de acción, por tanto, así sea el mismo objeto, el énfasis y la visión que se tengan del mismo es lo que ocasionará la praxis y los derroteros a seguir. Hoy más que nunca, cuando la psicología intenta incursionar en otros campos, corre el riesgo de asumir posturas de otras disciplinas, repitiendo el error que cometió cuando creyó que su objeto era el mismo de la medicina y en particular el de la psiquiatría. La psicología con su tradición, avance y diversidad, tiene ya, y aún, elementos para intervenir en esos campos en los que se quiere ubicar, sin necesidad de hacer uso de discursos extraños y más acordes a otras disciplinas que están más preparadas para asumirlos. La pregunta que surge es por qué no se ha agotado el discurso psicoanalítico, el discurso conductual, o el discurso cognitivo. Trabajadores incansables desde la psicología están esperando que sus sucesores agoten e innoven sus discursos en los diferentes campos de aplicación, allí donde se encuentre el hombre presente, sea sociedad, educación, familia, niñez, adolescencia, etc.; me refiero por ejemplo a Freud, Jung, Adler, Fromm, Horney, Reich, Klein, Winnicott, Lacan, del lado psicoanálitico; a Watson, Skinner, Hull, Tolman, Beck, Staats, del lado conductual; a Rogers, Maslow, Perls, Frankl, entre los humanistas; a Piaget, Brunner, Wallon, Vigotski del lado cognitivo-constructivista y otro gran olvidado, y tal vez poco entendido, Konrad Lorenz. Estos son algunos de los que, los psicólogos, han desechado, siendo sospechoso el motivo por el cual no se tienen en cuenta cuando de abrir nuevos campos de estudio e intervención se quiere, por parte de la psicología.

Los psicólogos sociales y los psicólogos educativos ¿Cuándo agotaron los textos sociales de Freud, el discurso del Otro de Lacan, las variables intervinientes de Tolman, el aprendizaje vicario de Bandura, el modelo motivacional de Hull, el constructivismo de Piaget, el modelo psicosocial-histórico de Vigotski o la impronta de Lorenz?

En esa gran diversidad, que ejemplifica la blandura de la psicología como ciencia, empieza a emerger un objeto con características determinadas, que podría ser la pista para endurecer la disciplina. El hombre sigue siendo pivote de la psicología, pero el alma desaparece para darle lugar a la actitud que, en sus tres componentes básicos comportamiento, sentimiento y pensamiento, podría ser la unidad de explicación de su proceder en cualquier ámbito donde entre a interrelacionar. La interrelación no es solamente con su ambiente social, sino también con su ambiente físico y en su ambiente intrapsíquico. La referencia al cambio, o al logro, actualmente, se sintetiza en la observación comportamental y el auto-reporte verbal.

La investigación en psicología a nivel del pregrado

¿Desde la universidad se puede investigar?, más aún ¿desde el pregrado se puede plantear la investigación? La respuesta, aunque pareciera obvia, tiene sus dificultades de forma y contenido. Me refiero al contenido cuando me pregunto por la esencia misma de lo que sería investigar y de forma, en referencia a los lineamientos que permiten hacer investigación desde un centro universitario.

Investigar trata de la consecución de algo nuevo, aunque también se haya planteado la verificación de lo ya existente. Sin embargo, si fuéramos leales con el concepto tendríamos que ceñirnos a la acepción primera. Investigar, y más en nuestro medio, debe llevar más al logro de nuevos conocimientos, que a la verificación de los mismos. Es bien sabido que nuestros conocimientos proceden de un ambiente donde la tecnología ha permitido su verificación, siendo casi imposible, con nuestra tecnología, poner en contradicción dichos saberes. Por tanto más allá de la verificación de un saber dado, la única posibilidad vendría a darse desde la verificación del mismo conocimiento en un nuevo contexto, siendo ya descartable cierto tipo de estudios verificables, que con frecuencia se encuentran en el ámbito de la investigación universitaria colombiana. Me refiero en la psicología, por ejemplo, a la insistencia de si una sustancia, o condición influye o no en capacidades como la memoria o el aprendizaje. Ya en la consecución de nuevos conocimientos en un contexto tan sui generis como el nuestro, las cosas podrían ser mucho más constructivas y valiosas, tanto para el estudiante, para la universidad, como para la sociedad colombiana misma. De hecho, si algo valioso tiene el conocimiento es la posibilidad de que sirva mínimamente a quien lo produce, en este caso el productor es un representante de la sociedad y es la sociedad representada la que debe beneficiarse de los frutos. Insistiendo, en que si el conocimiento es contextual, la verificación debería igualmente serlo; no es posible verificar un conocimiento en contextos distintos bajo esta óptica. La propuesta específica que hago con respecto a la investigación, desde la universidad colombiana, es aquella de que debe apuntar al descubrimiento y creación de nuevos saberes. Investigar debe ser la consecución del nuevo saber.

Pero la consecución de nuevos saberes no implicaría de hecho, hacer una tábula rasa de lo existente en otros contextos o en nuestro contexto. Si algo justifica el acercarse a otros conocimientos, sean propios o extraños, es la medida en que limpia el camino y permite acercarse a un nuevo tema de investigación, a un tema relevante. Como diría el profesor Carlos Vasco, puede que el problema esté bien planteado pero si carece de relevancia, no es un problema. Y la relevancia ante todo viene dada en su inexplorabilidad y beneficio que pueda aportar su solución. El descubrir que, aquello que uno creía un problema es realmente un problema no resuelto es el principio de toda investigación, siendo ahí donde se puede entender la importancia de conocer el estado del arte. En la actualidad la mayoría de las investigaciones universitarias carecen de significado, o pierden su significado, porque fácilmente se descubre que el problema resuelto, ya se había solucionado mucho antes. La poca revisión bibliográfica, -pues este es un mundo escrito y conocimiento que no se escribe está muerto académicamente- imposibilita la profundidad en la investigación colombiana y la credibilidad en la misma. (lacónicamente tenemos que confesar que nuestro mundo universitario está plagado de intelectuales que no leen, que siguen anclados en la tradición oral). Es ahí a donde debemos apuntar, a la rigurosidad de la revisión bibliográfica; y es bien sabido que en este momento es mucho lo que se ha escrito, -aunque los colombianos no escribamos-, como para lograr una completa o al menos exhaustiva revisión bibliográfica en seis meses. Si deseamos mejores problemas a resolver, se hace necesario que las revisiones sean completas o a lo sumo suficientes, y apunto, esto tal vez se logre, cuando el estudiante dedique, al menos, tres años de su formación universitaria a la revisión de textos que refieran a la creación de su problema a resolver.

A lo anterior debemos sumar que una investigación no es una petición de principio. Y con los lineamientos que se manejan en los trabajos de grado, toda indica que lo que se hace aquí es aferrarse a dicha falacia, encontrar lo que ya encontrado. Plantear un objetivo general en una investigación debe ser tan general, que realmente permita encontrar algo nuevo. Plantear el final antes de empezar no es propiamente investigar, a menos que el final sea incierto. Y si es aberrante plantar un objetivo general a una investigación, pues tal vez el único objetivo válido sería el de investigar; es mucho más pernicioso plantear objetivos específicos. El objetivo único de una investigación es resolver el problema; determinar los pasos, procedimientos, tiempos, y movimientos, con seguridad, lo único que conlleva es la solución parcial o sesgada del mismo. Señalo que podría ser mucho más rentable para todos, describir el proceso que llevó al desarrollo de la solución de la pregunta, a posteriori. No se cómo puede decirse lo que se va a hacer cuando no hay seguridad de lo que se va encontrar. El camino a la solución del problema dicta la metodología, los objetivos específicos y los instrumentos a utilizar. No es que no se pueda describir los objetivos específicos, las metodologías, las técnicas y los instrumentos; claro, se haría necesario pero al final, cuando ya el camino fue recorrido y se está entregando un informe de lo que se hizo. Esto no podría suceder antes de empezar a investigar. Qué buen ejercicio podría llevar a un estudiante el constatar cuántas hipótesis (H1) no son verídicas en cada una de las monografías de grado. Si llegará a la conclusión de que el 70% de las hipótesis (H1) son verídicas tendríamos que confesar que todo lo que piensa el estudiante universitario es verdad, o que simplemente se está asumiendo la investigación como una petición de principio.

Un punto más a tener presente es la teorización de un problema, o la vinculación de la práctica con la teoría. Normalmente, el estudiante tiende a confundir un marco teórico con la referencia a estudios hechos previamente por otros sobre el tema en cuestión. La referencia a otros estudios, o, a explicaciones de un estudio anterior desde un modelo teórico particular, no es un marco teórico. Esto es lo que se conoce como marco de referencia; un marco teórico es la exposición clara de un teoría o las teorías que van a dar lugar a la comprensión y explicación de la realidad (problema) que trabaja o piensa trabajar el investigador. La famosa ¨colcha de retazos¨, que tanto se crítica en los trabajos de grado se ocasiona en la confusión que tiene el estudiante sobre lo que es un marco referencial y lo que es una teoría. De hecho un marco referencial tampoco versa sobre la recolección inocente y desorganizada de datos concomitantes con un tema de investigación, las referencias deben tener un fin determinado y esa determinación es lo que dará lugar a cada uno de los datos que se utilicen o se descarten. En psicología, donde es normal encontrar cualquier cantidad de teorías, y dentro de ellas cualquier cantidad de modelos, sería inagotable el ubicar un problema en la teoría psicológica. Por tanto la opción será ¨jugárselas¨ por una teoría, un modelo, o las teorías que más se acerquen a su gusto o preferencia. Quisiera decir que la elección se hace por veracidad o efectividad, no obstante, creo que, desde la psicología todavía no podríamos hablar en estos términos. El juego parte de la seducción que haga determinada teoría psicológica al estudiante y el enamoramiento empieza mucho antes de empezar la carrera.

Un punto más a tener presente en la investigación en pre-grado es la necesidad de divulgar lo encontrado. Conocimiento que no se comunica, que no circula no existe. Y la falla se encuentra en el mismo comienzo de exponer las ideas de lo encontrado por escrito. A nuestro estudiante universitario le ¨duele¨ expresarse de forma escrita; es paradójico, encontrar a una persona que ha pasado toda su vida en la escuela, tan imposibilitado para plasmar sus ideas por escrito. Si antes hacia mención al analfabetismo consensual asumido por intelectualismo en Colombia, ahora me refiero a la incapacidad que muestra el estudiante que finaliza el pre-grado para trasmitir a otro sus ideas de forma escrita. Por tanto, aunque parezca superfluo, el universitario debe corregir esta falla, y hacer del discurso escrito su forma básica de comunicación, si desea aportar como investigador desde el mismo pre-grado.

REFERENCIAS
Althusser, L. (1985). Curso de filosofía para científicos. Bogotá: Planeta-Agostini.
Foucault, M. (2001). La arqueología del saber. Veinteava Edición. México: Sigloveintiuno
Habermas, J. (1973-1975). (Trad. Hoyos, G.). Conocimiento e interés. en Ideas y Valores. No. 42-45. Bogotá. Págs. 61-76.
Hegel, G. W. F. (1994). (Gaos, J. Trad.). Lecciones sobre la filosofía de la historia universal. Tomo I-II. Barcelona: Altaya.
Zazzo, R; Piaget, J. Et al. (1973). Psicología y marxismo. México: Roca.