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domingo, 4 de septiembre de 2011

LA FAMILIA DEL ABUSADO SEXUAL


No todas las familias se comportan de igual manera ante la información de que uno de sus miembros ha sido, o está siendo abusado sexualmente.  El abuso sexual es más frecuente en las familias de clases socioeconómicas más necesitadas[1].  Algunos autores se oponen a dar como cierto el hecho que el  abuso sexual se de con más frecuencia en las clases bajas[2]; no obstante, no muestran información significativa y relevante que apoye su punto de vista.

Por lo general en el seno de la familia de un abusado sexual existe una mala relación de pareja entre los padres, donde la madre se niega a tener relaciones sexuales con el padre; falta supervisión a los hijos, se deja el cuidado de los hijos a personas poco responsables; es evidente el hacinamiento, siendo frecuente el compartir una habitación, e incluso cama, entre padres e hijos[3].  

El padre del abusado: el padre de un menor, no abusador, puede mostrarse incrédulo; busca confrontar al hijo sobre la información que se le está dando sobre un hecho de esta naturaleza; también, puede mostrarse hostil con él[4].  Actitud motivada en la falta de madurez psicológica y emocional, suficiente para afrontar una situación de este tipo.

Algunos padres, abusadores de sus hijos, niegan los hechos por algún tiempo prolongado, amenazando la recuperación del menor a toda costa[5].   La edad del niño, preferida por el padre para comenzar su conducta incestuosa está comprendida entre los seis y once años[6].

La madre del abusado: en nuestra experiencia de tratamiento a menores abusados sexualmente, la madre, por lo general, también ha sido abusada sexualmente en algún momento de su vida, casi siempre en su edad infantil o adolescente.  Este abuso no fue tratado, en la mayoría de los casos.

Se ha constatado que la madre del abusado tiende a la pasividad, la dependencia psicoafectiva y económica; no crea límites claros, favoreciendo la inversión de roles entre ella y sus hijos; sutilmente promueve el abuso de sus hijas para evitar las exigencias sexuales de su pareja, tiene un concepto negativo de sí misma; es temerosa a que personas externas a su familia se enteren de lo que está sucediendo al interior de su hogar[7].

En nuestra experiencia, en el tratamiento de estos casos, también, se constata que cuando la madre se entera de que su hijo fue abusado se muestra afectada emocionalmente, manifestando diferentes reacciones.  Al principio llora y se enfurece contra el agresor; pero, se siente impotente para tomar una determinación reivindicatoria.  Pasado este primer momento  le surge la duda sobre la veracidad de lo sucedido o, ante la evidencia, asume una actitud de recriminación hacia la víctima, a quien le endilga complicidad en el hecho.  Tiempo después pierde el interés por el tratamiento profesional que se le da al hijo y asume una actitud de interferencia a la realización del mismo.  Obstruye el cumplimiento de las citas o cede la responsabilidad a otros familiares.

Cuando el agresor es conocido o cercano a la familia, podríamos señalar que, lo anterior, es la manera como la madre busca solucionar un conflicto de intereses psicoafectivos, difícilmente compatibles.  Por un lado, los afectos que tiene por el agresor y por otro, los afectos por la víctima que, a decir verdad, la mayor de las veces son menos fuertes.  Caso frecuente cuando el abusador es el padrastro o un familiar de la madre.

Al analizar la relación de la madre con el hijo, se puede percibir que ésta se ha caracterizado por su distanciamiento y desapego en lo afectivo y comportamental. El hijo quedaba mucho tiempo solo, o en compañía del abusador, mientras la madre se ocupaba de otras actividades, generalmente de índole laboral. Se aprecia un alto grado de agresividad, maltrato de la madre hacia el hijo; lo agrede física y verbalmente, creándole miedo y temor hacia ella.


[1] Centro de Asistencia a Víctimas de Atentados Sexuales en Niños de la Calle. Articulo. Unicef. Seminario enero 1990; Pediatrics. El abuso sexual en la infancia es factor de riesgo para la existencia de embarazos en la adolescencia. 1998. Artículo.
[2] Arias, L. M. (1991). Op. Cit. Pág. 54.; Save the Children. Manual para la detección de casos de  maltrato a la niñez. Éxito Editores: Santafé de Bogotá. 1994. Pág. 15.
[3] Trujillo, V. E. et al. Op. Cit. Pág. 22-23.
[4] Hayez J. Op. Cit. Pág. 9-10.
[5] Ib idem. Pág. 10.
[6] Pediatrics. Op. Cit.
[7] Trujillo, V. E. et al. Op. Cit. Pág. 18-19.

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