No todas las familias se comportan de igual manera ante la
información de que uno de sus miembros ha sido, o está siendo abusado
sexualmente. El abuso sexual es más
frecuente en las familias de clases socioeconómicas más necesitadas[1]. Algunos autores se oponen a dar como cierto
el hecho que el abuso sexual se de con
más frecuencia en las clases bajas[2];
no obstante, no muestran información significativa y relevante que apoye su
punto de vista.
Por lo general en el seno de la familia de un abusado sexual
existe una mala relación de pareja entre los padres, donde la madre se niega a
tener relaciones sexuales con el padre; falta supervisión a los hijos, se deja
el cuidado de los hijos a personas poco responsables; es evidente el
hacinamiento, siendo frecuente el compartir una habitación, e incluso cama,
entre padres e hijos[3].
El padre del abusado: el padre de un menor, no abusador, puede mostrarse incrédulo;
busca confrontar al hijo sobre la información que se le está dando sobre un
hecho de esta naturaleza; también, puede mostrarse hostil con él[4]. Actitud motivada en la falta de madurez
psicológica y emocional, suficiente para afrontar una situación de este tipo.
Algunos padres, abusadores de sus hijos, niegan los hechos por
algún tiempo prolongado, amenazando la recuperación del menor a toda costa[5]. La edad del niño, preferida por el padre
para comenzar su conducta incestuosa está comprendida entre los seis y once
años[6].
La madre del abusado: en nuestra experiencia de tratamiento a menores abusados
sexualmente, la madre, por lo general, también ha sido abusada sexualmente en
algún momento de su vida, casi siempre en su edad infantil o adolescente. Este abuso no fue tratado, en la mayoría de
los casos.
Se ha constatado que la madre del abusado tiende a la pasividad,
la dependencia psicoafectiva y económica; no crea límites claros, favoreciendo
la inversión de roles entre ella y sus hijos; sutilmente promueve el abuso de
sus hijas para evitar las exigencias sexuales de su pareja, tiene un concepto
negativo de sí misma; es temerosa a que personas externas a su familia se
enteren de lo que está sucediendo al interior de su hogar[7].
En nuestra experiencia, en el tratamiento de estos casos, también,
se constata que cuando la madre se entera de que su hijo fue abusado se muestra
afectada emocionalmente, manifestando diferentes reacciones. Al principio llora y se enfurece contra el
agresor; pero, se siente impotente para tomar una determinación
reivindicatoria. Pasado este primer
momento le surge la duda sobre la
veracidad de lo sucedido o, ante la evidencia, asume una actitud de
recriminación hacia la víctima, a quien le endilga complicidad en el hecho. Tiempo después pierde el interés por el
tratamiento profesional que se le da al hijo y asume una actitud de
interferencia a la realización del mismo.
Obstruye el cumplimiento de las citas o cede la responsabilidad a otros
familiares.
Cuando el agresor es conocido o cercano a la familia, podríamos
señalar que, lo anterior, es la manera como la madre busca solucionar un
conflicto de intereses psicoafectivos, difícilmente compatibles. Por un lado, los afectos que tiene por el
agresor y por otro, los afectos por la víctima que, a decir verdad, la mayor de
las veces son menos fuertes. Caso
frecuente cuando el abusador es el padrastro o un familiar de la madre.
Al analizar la relación de la madre con el hijo, se puede percibir
que ésta se ha caracterizado por su distanciamiento y desapego en lo afectivo y
comportamental. El hijo quedaba mucho tiempo solo, o en compañía del abusador,
mientras la madre se ocupaba de otras actividades, generalmente de índole
laboral. Se aprecia un alto grado de agresividad, maltrato de la madre hacia el
hijo; lo agrede física y verbalmente, creándole miedo y temor hacia ella.
[1] Centro de Asistencia a Víctimas de Atentados Sexuales en Niños
de la Calle. Articulo. Unicef. Seminario enero 1990; Pediatrics. El
abuso sexual en la infancia es factor de riesgo para la existencia de embarazos
en la adolescencia. 1998. Artículo.
[2] Arias, L. M. (1991). Op. Cit. Pág. 54.; Save the Children. Manual
para la detección de casos de maltrato a
la niñez. Éxito Editores: Santafé de Bogotá. 1994. Pág. 15.
[3] Trujillo, V. E. et al. Op. Cit. Pág. 22-23.
[4] Hayez J. Op. Cit. Pág. 9-10.
[5] Ib idem. Pág. 10.
[6] Pediatrics. Op. Cit.
[7] Trujillo, V. E. et al. Op. Cit. Pág. 18-19.
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